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O Castro da Altamira


La última terraza de la ladera sur del castro se encuentra la capilla barroca del siglo XVIII dedicada a San Bartolomé. (Deputación de Pontevedra)

Esta aldea fortificada es conocida por el interés y la importancia de sus hallazgos materiales, sobre todo figuras de bronce romanas, aunque son pocas las intervenciones arqueológicas realizadas. El castro estuvo ocupado de forma continua entre la Primera Edad del Hierro (s. V. a.C) y el siglo I d.C., cuando el proceso romanizador de la Gallaecia empieza a extenderse.

Durante siglo XX el yacimiento sufrió el expolio de los furtivos, que llevaron a cabo diferentes excavaciones ilegales sin un propósito científico. Gracias a los vecinos del lugar se pudieron recuperar diferentes materiales, entre los que destaca la representación en bronce del dios romano Mercurio. Otros muchos objetos solo son conocidos por las noticias de la prensa y están en paradero desconocido.

Las diferentes intervenciones llevadas a cabo en la Altamira no sirvieron hasta ahora para establecer una cronología precisa del yacimiento. A través del estudio de los bronces espoliados se fijaron unas fechas aproximadas de este material, datándolo entre los siglos III y IV. La revisión del material cerámico recuperado fijó el inicio de la ocupación del yacimiento en los siglos IV-II a.C.

Vista de una de las cabañas circulares localizadas en la ladera sur del castro en el año 2014. (Deputación de Pontevedra)

Situado a 324 m de altura, su acrópolis o croa aparece rodeada por tres terrazas o recintos. La acrópolis, de forma casi circular, está delimitada por la muralla. Por debajo de esta hay dos terrazas de anchuras variables que dan paso a un parapeto y foso. El espacio habitable del yacimiento es de 1,8 hectáreas aproximadamente.

Modelo digital del terreno del castro y castros en el entorno.



Dominando el río Miño

Su situación geográfica facilita un vasto dominio visual del entorno y lo hacen visible desde cualquier punto del valle del río Miño. El control de estas tierras resultaba fundamental, ya que era donde los habitantes del lugar encontraban su medio de subsistencia. En estas tierras también pastoreaban los animales de su cabaña ganadera. Durante la Antigüedad el Miño también era un río importante, ya que en sus aguas se practicaba la pesca y el comercio fluvial.

Planta y sección del castro. (Dibujo de Anxo R. Paz)



Grabados rupestres

Dos de los grabados rupestres que se conservan en el Castro de Altamira. (Deputación de Pontevedra)

En la croa del castro se sitúa un grabado rupestre, posiblemente de la Edad del Bronce. En él aparecen representados un círculo y una profusa combinación de cazoletas o «coviñas». También de otro petroglifo, grabado sobre una superficie inclinada de granito en forma de retícula o tablero de juego que aparece dividido por la mitad. Hay referencias de otros grabados en el yacimiento, pero la acción de una cantera a mediados del s.XX seguramente contribuyó a su desaparición. La existencia de grabados en el castro no es de extrañar, pues en las cercanías existe una importante concentración de petroglifos.





Mitos y leyendas

El castro de la Altamira entraña numerosos misterios sin resolver que dieron lugar a la aparición de leyendas a su alrededor. Una de las leyendas habla de la existencia de una cueva artificial que desembocaba en la iglesia parroquial de Taboexa, situada a los pies del yacimiento. La posible entrada a la cueva se encontraría atascada y no es localizable, puesto que el monte está muy alterado por los trabajos de una cantera abierta a mediados del siglo XX.

Siete iglesias
La localización a los pies del castro de una ermita dedicada a san Bartolomé responde a un intento de anulación y cristianización de rituales paganos practicados en el monte. Según la leyenda, san Bartolomé era uno de los siete hermanos que decidieron subir hasta el otero de un monte para lograr divisar el cuerpo de san Telmo, que se había ahogado en el río Miño. Hoy en día existen varias capillas en esos lugares, como son la de Sanomedio, la de San Fins, en Arbo, o esta de San Bartolomé (las otras están en Portugal).

Por detrás del monte de la Altamira se sitúa una de estas capillas, la de Sanomedio, antes conocido cómo San Mamede. Hay quien afirma que este lugar pudo ser el escenario de la batalla legendaria del monte Medulio por estar próximo al valle del Miño, tal y como describían las fuentes clásicas.



Los bronces de Altamira

Buena parte de las piezas que se conservan en la actualidad son de origen accidental o fruto de excavaciones furtivas. La escasa información de la que disponemos hace que este yacimiento se mantenga como un gran desconocido, dado que los resultados científicos de las campañas de excavación nunca llegaron a ser publicadas. Además, los hallazgos carecen en su mayoría de un contexto arqueológico y se tuvo que recurrir a una cronología basada en el uso de paralelos, lo que permite datar los bronces en el entorno de los siglos I y IV d. C. La aparición de restos de escoria y lingotes de metal en bruto apunta a la probable existencia de un taller de fundición en el castro donde se producían estas piezas. Las figuras de bronce encontradas en el castro, todas ellas de pequeño tamaño, fueron fundidas utilizando moldes y pudieron ser utilizadas como exvotos, esto es, como conmemoración de un voto o promesa por alguna gracia recibida. Todas ellas aparecen rotas y fragmentadas, lo que podría indicar que estaban destinadas a ser refundidas.

Mano con antebrazo

Brazo derecho de escultura fundida en bronce. Está roto por encima del codo y presenta a mano extendida con el dedo pulgar ligeramente flexionado hacia el interior. Conserva en la parte interna restos del ropaje de un manto. La pieza, que, a pesar de su tamaño, tiene buenas proporciones anatómicas y evidencia una grand calidad técnica, está hueca y debió fundirse con la técnica de la cera perdida.

Ala

Ala izquierda de pequeñas dimensiones y de fondo plano. Está en posición desplegada con las plumas marcadas mediante incisiones. Podría corresponder a la figura de un Erote, es decir, de un dios del amor en la mitología griega y romana, un equivalente al Cupido o Amoretti. Estas deidades eran los compañeros del dios Eros y se dedicaban a las tareas complementarias del amor. Según unos mitos, eran los hijos de Afrodita; segundo otros, formaban parte de su séquito.

Bóvido

Muestra el lomo bien tratado marcando las arrugas del cuello. Los ojos están realizados por incisión y gira la cabeza hacia la derecha. Le falta un cuerno, parte de las dos patas del lado izquierdo y conserva el arranque del rabo. Este tipo de escultura zoomorfa o exvoto fue interpretada como una ofrenda o regalo a los dioses y como sustitutos de animales para el sacrificio. El único tipo de animal representado en ellos son los bóvidos, vinculados en algunos casos con cultos orientales como el buey Apis de Iria Flavia. Las representaciones son un reflejo de la anatomía realista del animal.

Fragmentos de sítula

Las sítulas son recipientes de metal ricamente decorados que presentan una decoración extraordinaria y destacaban en los castros por su alto grado de sofisticación técnica. Probablemente tenían un uso vinculado a los banquetes ceremoniales u otras celebraciones comunitarias de carácter excepcional. Por sus dimensiones se cree que se trata de recipientes datables entre el s. II a.C y el II d.C. En este castro fue encontrada una lámina y un soporte de asa de sítula, ambos fundidos en bronce. Todos los fragmentos de sítulas que se conservan coinciden en el gusto por la decoración recargada distribuida en bandas horizontales y/o verticales en las que se enmarcan los diferentes motivos.

Mercurio

Este dios mitológico era hijo de Júpiter y de Maulla Maiestas. Dios del mar, su nombre está emparentado con la palabra latina merx, -cis (mercancía). Es el dios de la astucia y de la inteligencia, protector de viajeros y comerciantes. En su calidad de mensajero, Mercurio es concebido como el inventor de las lenguas, del alfabeto y de las pesas y medidas, imprescindibles para el comercio.

En la pequeña escultura de bronce encontrada en Taboexa, Mercurio se vuelve ligeramente hacia la derecha, y se representa con la cabeza tocada con el petasus o sombrero alado -muy desgastado- bajo el que asoma el cabello. La figura muestra el rostro con los ojos incisos y de forma triangular, muy marcados, y lleva una clámide (una capa corta) abrochada sobre el hombro izquierdo que cae en suaves pliegues hasta la altura de las rodillas. En la mano izquierda portaría el caduceo (una vara con dos cobras enroladas y dos pequeñas a las en el extremo superior, que actualmente se emplea como símbolo del comercio y de la medicina), y en la derecha, la bolsa o marsupio, ambos perdidos. La pierna izquierda está fracturada a la altura de la rodilla y la izquierda por el tobillo.

Figuras togadas

Estas figuritas togadas representan un genio o espíritu protector en la mitología romana. Una de ellas viste velo y toga, la otra únicamente toga, la prenda viril símbolo de la ciudadanía romana. Esta figura togada aparece representada con su cabeza cubierta parcialmente por este atuendo o “capite velato”, una actitud propia de cuando el emperador u otro personaje insigne oficiaba una ceremonia religiosa.

Fíbulas

En el castro de Altamira fue documentada una fíbula de los siglos VII-V a.C tipo Acebuchal y de pie recto. Este tipo de tipo de fíbulas, de puente curvo y pie recto, son típicas de la Edad del Hierro, en concreto de la transición entre el s. VIII-s. IV a.C, y también aparecen por toda la Europa templada durante el s. V a.C, lo que evidenciaría la democratización de su uso. Los especialistas creen que este tipo de fíbulas, procedentes del área tartéssica, situada en el margen mediterráneo de la Península Ibérica, llegó al noroeste de Galicia a través del comercio fenicio o púnico para sustituir a las fíbulas de duplo resorte.

Lucerna

La lucerna encontrada en la Altamira es un candil romano que imita la forma de una cabeza humana con trazos negroides. Se trata de una pieza de reducido tamaño fabricada mediante el uso de la fundición en bronce y que presenta una pátina marrón verdosa. Este ejemplar posee dos cualidades que la hacen destacar: la fabricación en metal y su temática decorativa. Tanto el propio material, el bronce, como la técnica desarrollada en su fabricación suponen un superior coste respeto de aquellas fabricadas en cerámica, mucho más abundantes.

Árula

Las árulas son pequeñas aras, bases o pedestales que sirven de apoyo a pequeñas esculturas zoomorfas o exvotos que se interpretan como ofrendas o galanos ofrecidos a los dioses como sustitutos de animales para el sacrificio. La encontrada en Altamira es de forma cuadrangular, hueca en el interior y finalizada por una cornisa lisa. En la parte superior se representan un cordero de pie unido por las patas, una tortuga con el caparazón realizado por retícula, con cabeza y patas marcadas. A su lado una señal de otra figura dudosa, fracturada por su base, que podría tratarse de un escorpión.

Pie de bronce

Pie calzado, roto un poco por encima del tobillo. Las correas de sujeción del calzado se ataban a la altura de la articulación de la pierna con el pie por medio de una lazada caída en los extremos. Es muy visible el cuero que cubre el pie, modelando los dedos y el talón. También se advierte la suela, por lo que podríamos estar delante de un calceus senatorius, esto es, de una bota romana atada con dos pares de cintas o correas que se entrecruzan a la altura del empeine del pie y ascienden hasta la mitad de la pierna, donde se atan por medio de dos nudos. Este tipo de calzado era privativo de una clase social determinada, por lo que no estaba al alcance de todos los habitantes de Roma.